A lo largo de estos últimos 5 años hemos vivido experiencias con jóvenes adolescentes que nos han compartido sus sentimientos en relaciones de violencia en pareja. La violencia en una relación de pareja como instrumento para someter al otro. La violencia interna que explosiona dañando a uno mismo y al ser “amado”. La violencia que humilla, ultraja, obliga y retiene por dominio, fuerza, poder, posición…La violencia que destruye lo más importe que tiene una pareja, que es el principio de la igualdad como seres únicos y libres.
Una relación que se vincula desde esta polaridad dominio-sumisión, desequilibra la balanza, y el coeficiente de la suma de uno más uno, resulta siempre negativo.
¿Qué podemos hacer cuando me percato de la violencia en una relación de pareja?
Para poner fin a esta violencia lo primero que necesitamos es darnos cuenta de ella. Muchas veces es como un virus, invisible, inoloro e insípido, que no lo vemos, pero si sentimos que nos limita, nos constriñe, nos hace daño, nos genera sufrimiento.
La vergüenza y la culpa son compañeras que perpetúan el silencio, adormecen el cuerpo y acallan el alma. Son las invitadas que repiten los mismo patrones generación tras generación, sin ser vistas ni nombradas.
El primer paso que da una persona para salir de una situación de maltrato y violencia es darse cuenta de que existe, poderlo nombrar, poderlo señalar, poderlo poner afuera con su voz. Admitir, asentir a los hechos para poder poner distancia física y psíquica y poder dar rienda suelta a través del cuerpo a todas las emociones colapsadas, para poder atravesar la rabia, la tristeza, el dolor…
Pedir ayuda para ser acompañadas y a partir de ese re- conocimiento, de ese “darse cuenta” empezar a curar las heridas. Aprender a poner límites, a cuidarse, a protegerse, a respetarse, empezando siempre por uno misma.
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